Escucha tu entorno.

Vivimos en modo piloto automático. Todos sabemos lo que tenemos que hacer para lograr nuestras metas, para conseguir nuestros objetivos. Comentamos con los demás como son las cosas que hacemos, como las hacemos y la razón por que las hacemos. Después del trabajo llegas a casa, pasamos por la ducha, atendemos nuestras tareas con la familia, con los niños, con la casa y por fin, llega, tu momento de relax, tu momento de descanso, es cuando aprovechas para ver la televisión, para estar un rato viendo las redes sociales. (Lo sé, lo ideal sería ponerse con un buen libro, pero el 90% de la población ni siquiera lo contempla). ¿Es así?

Navegamos por las RRSS con tal soltura que apenas recordamos que hace años un sms era tan novedoso como costoso. Los que somos más viejos que las montañas, recordamos que en nuestra juventud hacíamos lo que llamamos "el llama cuelga" o el "te hago una perdida para confirmarte". ¿lo recuerdas? ¡Que tiempos!

Pero no, ahora no. Ahora nos sumergimos en las redes, en una realidad cada vez menos real. Vemos mujeres preciosas que dicen ganarse la vida solo por su cara bonita, gurús de todo tipo que te enseñan como ganar tu primer millón de euros (en multitud de ocasiones estos gurús apenas tienen veintipocos años, nunca han trabajado, nunca han pagado impuestos y nunca han aplicado nada de lo que pretenden enseñarte, seguramente no todos, pero la inmensa mayoría son así), encuentras personajes con cuerpos de película que te prometen un cuerpo perfecto sin hacer deporte, solo comprando su producto milagroso, etc. Deja de criticarme, sabes que tengo razón. En las redes vemos una vida que no se asemeja nada a la realidad, vemos a personas que llevan una vida de éxito, gente que está todo el día viajando, personas que parece que tiene tanta suerte en la vida que deben desayunar tréboles de 4 hojas, vidas idílicas, vidas perfectas, y por supuesto todos queremos transmitir lo mismo.

Lo hablaba con una amiga, todos contamos lo felices que somos, contamos lo bien que nos va, nuestro éxito en lo que hacemos, contamos lo felices que somos una y otra vez, pero, ¿es verdad? O por el contrario, ¿vivimos para autoengañarnos de manera constante?

Si quieres saber la realidad de tu entorno solo tienes que hacer un ejercicio, siéntate un una terraza, en una reunión de amigos, en tu trabajo, y escucha, no hagas nada más, solo escucha. Dios nos hizo con dos orejas y una sola boca porque se aprende más escuchando que hablando, pero cuando eres un poco cabezón y bocazas (como yo) pues cuesta entenderlo, ya no te cuento aplicarlo. 

Siéntate y presta atención a las conversaciones que te rodean. El ejercicio no tiene como objetivo estar de "portera" y enterarte de lo que cuenta tu vecina, lo que está haciendo, o como les va la relación a los de la mesa de tu derecha, no, eso no. El objetivo es escuchar, nunca juzgar. (no juzgar es mucho más difícil que aprender algebra y chino a la vez. Sé que a nosotros no nos pasa, pero he oído que en nuestro país criticar y juzgar es deporte nacional) Cada vez que escuches algo bueno apuntalo mentalmente, igual cada vez que escuchas una queja. ¿Sencillo verdad?

Somos tan felices y sabemos valorar todos tanto lo que tenemos que muy seguramente al termino del ejercicio el resultado será este:

- Rubén, apenas he podido escuchar una conversación dónde alguien estuviese agradecido de ser o de tener algo bueno, por el contrario, he escuchado quejas del marido que no hace nada en casa, de la mujer que no cocina bien, de los niños, del tiempo, de la menopausia, de las sillas de esta puñetera terraza que dan un calor insoportable y te quedan marcas en las piernas, el poco aparcamiento que hay,  las obras de todos los años en agosto, las pedazo de vacaciones que tienen los profesores (durante el curso nunca nos acordamos de ellos, en invierno no deben existir), del jefe, que piensa que trabaja con animales en lugar de personas, del gobierno que cada vez lo hace peor, el precio de la gasolina, del tabaco, de...Yo a esto lo llamo la risa contagiosa, hay personas que cuando llevan un rato con su ejercicio de queja, se dan cuenta que el resto no habla, no aporta, no dice nada, le sale la sonrisa contagiosa, esa sonrisa con las que se termina una conversación que no lleva a ningún lado. Sonreímos todos y cambio de tercio.

Vaya, te he fastidiado el ejercicio antes de que lo pusieses en practica. Te dije antes que a veces soy muy bocazas y me cuesta estar calladito. Pero piénsalo, ¿es o no es verdad? Y yo me pregunto, si somos tan felices, tan exitosos y tenemos tan claro lo que tenemos que hacer en cada momento, ¿ porque tanta queja?

Quejarse es deporte nacional, aún es gratuito y según se sigue escuchando aún por ciertos sitios está hasta bien visto, ya sabes, el que no llora... pero es que es todo lo contrario, el que se queja es el que termina llorando. Hay personas que se quejan y después de desahogarse se pone en marcha de buscar una solución, esta gente vive de otra forma, no sé si más o menos felices, pero si estoy convencido que mucho más tranquilos. Y lo sé porque tengo la suerte de conocer gente así. Por contra también conozco personas que hace de su queja una forma de vida, a cada solución le buscan dos problemas, no sea que se solucione y se terminó el seguir echando la culpa a otro. Porque de eso se trata, de pasar siempre la pelota de la responsabilidad a otra persona, al colegio, a tu empresa, al gobierno, pero tu no, tu nunca eres responsable de nada. Tu solo quéjate. Estas personas son las que en lugar de desayunar tréboles desayunan "bolitas de mala suerte". Pobrecillas, por más que se quejan no les soluciona nadie nada. Sí, también conozco, cada vez menos en mi entorno, pero aún existen. ¿Que quiero decirte con todo esto? Pues nada y todo. Que escuches, pero no escuches con los oídos, escucha con la cabeza, con el sentido común. Si te rodeas de personas que en su camino de vida tienen la queja como bandera, nunca encontrarás el camino de salida de ese laberinto.

- Mentira, eso no es así Rubén, el problema no es ese, el problema es que Pedro Sanchez...bla,bla,bla...

Pero ya sabes, no me hagas caso. Sabes que soy demasiado joven para dar consejos, por eso solo cuento lo que vivo en primera persona. Me he dado cuenta que cuando  sonríes más y te quejas menos, no sé porque la vida te premia. Me he dado cuenta que cuanto más escucho y menos discuto más en sintonía estoy con mi estado emocional. Solo pruébalo, escucha tu entorno. Posiblemente hay quién se queje con razón, hay cosas que no podemos cambiar y esas son muy difíciles de gestionar, enfermedades, pérdidas, pero yo no te hablo de esto, te hablo de lo otro, de todo lo citado anteriormente. Escucha tu entorno y hazte un favor, si la queja te rodea piensa muy bien donde estás, porque ya sabes que menos la hermosura, todo lo demás...

Recuerda, lo que haces en el presente condicionará tu futuro. No lo digo yo, lo dice la vida. Tu decides.

Y como siempre, os deseo un presente estupendo.

Correo: dtp.rubenarroyo@gmail.com